Si algo ha puesto en evidencia la crisis climática, lejos de entrar en el debate de la capacidad de resiliencia del planeta tierra, es que el ritmo al que hemos estado generando residuos y favoreciendo la contaminación impune por el bien económico, tiene que disminuir drásticamente. Por ello, el mundo de la industria está tratando de innovar con rapidez en esta cuestión proponiendo soluciones antes de generar el problema.
Cuando el mundo experimentó el boom de la energía solar, se sintió un alivio generalizado por la posibilidad de tener energía infinita, gratuita y limpia de ahí en adelante, pudiendo expandir el sistema hasta las zonas más recónditas del mundo.
La industria fotovoltaica en la actualidad es la más avanzada y capaz para impulsar esta nueva generación de energía limpia para todos, pero hay que tener planes de futuro para cuando los componentes de este sistema tan esperanzador, lleguen al final de su vida útil. Y es que 8 millones de toneladas métricas de desechos darán para pensar en el 2030.
Si se analizan los componentes de los paneles por ejemplo, es evidente que no sería nada complicado separar los materiales ya que un gran porcentaje es aluminio y en este momento se puede alcanzar una tasa superior al 90% de reciclado para estos elementos. El problema central, es la falta de plantas para tratarlos. Aunque es un proceso relativamente sencillo, cuesta más dinero hacerlo que dejarlos apilados en los vertederos pero la primera planta de reciclaje de silicio cristalino en Francia, demuestra que es una industria con muchísimo potencial por explotar.
Aunque bien es cierto que el problema del silicio terminará por desaparecer por la implantación de materiales mejores, más duraderos y menos contaminantes como el telururo de cadmio o la perovskita, en los módulos que se han estado utilizando hasta hace relativamente poco, los elementos más caros son las obleas de este material representando casi la mitad del costo de un panel. Por esta razón se está trabajando en la recuperación del silicio con el máximo grado de pureza para su reutilización.
Aunque actualmente no existen listas de las impurezas que trae consigo el silicio y por ende, se carece de soluciones para purificarlo, ya hay estudios para averiguarlo y para dar nuevos usos a los compuestos resultantes. Y es que la clave para la investigación y el desarrollo es saber hacia qué nueva industria se dirigen estos productos en una economía circular y cuánto se puede ganar en ella.
Otro enfoque dentro de lo que implica no abandonar los módulos antiguos, aboga por recuperar el aluminio, vidrio, cobre, plata, estaño o plomo presentes en muchos de los tipos de celdas que se usaban con anterioridad. Y es que estudios avalan que el 10% del suministro mundial de plata se utiliza para la industria solar. Esto también es un problema que desaparecerá solo en el futuro, ya que la tendencia es utilizar cada vez menos metales en este tipo de productos.
La industria fotovoltaica ha crecido exponencialmente desde su aparición innovando continuamente en el uso de la materiales y técnicas para aumentar la eficiencia de los sistemas y el almacenamiento, y reducir el impacto ambiental. Por este motivo no es posible reincorporar muchos de los elementos que están quedando desfasados en pocas décadas, lo que es una buena noticia en cuestiones de innovación, pero no lo es tanto a la hora de pensar en qué se van a utilizar los componentes en su etapa de deshechos y cómo se van a introducir en otras industrias de forma rentable.
Y aunque en ello reside en este momento el gran reto del reciclaje respecto a las energías renovables, las empresas socialmente responsables retiran sus equipos una vez llegan al final de su vida útil. Solo con esta acción, se puede reducir considerablemente la huella de carbono y la cantidad de residuos que se quedan en el limbo de los vertederos sin que nadie pueda encargarse de ellos.